Desde el momento en que se me encendió la bombilla, los días en el trabajo se fueron haciendo más y más difíciles.
A la monotonía y falta de estímulo de siempre se sumaba que tenía otra cosa en la cabeza, tenía algo en mente por lo que me hacía mucha más ilusión trabajar duro.
Y ahí apareció Coordenadas Remotas. En mi cabeza de momento. Pero había mucho trabajo por delante para que se convirtiese en una realidad.
Así que empecé a trabajar en ello en los pocos ratos libres que me dejaba mi trabajo.
No tardé en darme cuenta de que compaginar las dos cosas era imposible, por lo menos para mi. Admiro a quien tiene un trabajo, hijos, algún hobbie, hace deporte y hasta se monta un negocio paralelo por su cuenta, todo a la vez. Chapeau.
Pero claro, ¿qué iba a hacer? Tampoco puede uno dejar la seguridad del trabajo fijo por un proyecto que estaba tan en el aire, ¿no?
Ay, los miedos… Otro tema apasionante. Aunque lo dejo para otro día.
El caso es que siempre he sido una persona muy analítica, así que esta vez no iba a ser menos.
Le di todas las vueltas del mundo e hice todos los números que se podían hacer, aunque los miedos siempre estaban ahí.
Lo interesante de los miedos es que si te vas haciendo la pregunta ¿a qué tienes miedo? y a cada respuesta (sincera) que te des te vuelves a contestar ¿qué pasaría entonces? Es muy posible que después de tres o cuatro escalones te des cuenta de que el miedo último sobre el que se apoyan todos los demás, en realidad no existe, o no es para tanto, o está infundado.
Y eso es lo que me pasó hablando un día con mi padre sobre todo esto. Siempre ha sido un apoyo enorme y en este caso no ha sido menos.
Y de repente lo vi clarísimo, era casi imposible que saliese todo tan mal durante tanto tiempo y en tantas cosas para llegar a mi miedo último, por lo que el miedo desapareció.
Y qué sensación oye. Indescriptible. Qué paz, qué liberación, qué tranquilidad.
No me quiero poner místico, ni que parezca que todo es fácil. Para nada. Seguía habiendo muchísimo trabajo por delante. Y decisiones duras y difíciles de tomar.
Pero es que sin miedo se ve todo de otra manera.
Así que sí, decidí que ese era el camino, que merecía la pena, que tenía mucho más que ganar que perder.
Dejé el piso en el que llevaba diez años y que me encantaba pero que me suponía un gasto importante al mes.
Vendí mi coche que también me encantaba y pasé a moverme en una motillo de 49cc que para qué te voy a contar. En Zaragoza.
Para quien conozca el clima de Zaragoza sabrá que se caracteriza por unos veranos y unos inviernos muy suaves, ideales para ir en moto. Además no hace viento. Eran todo “ventajas”, pero era lo que tenía que hacer según mis cuentas.
Y por fin, dejé el trabajo al que había dedicado mis esfuerzos durante diez años y que tanta seguridad me aportaba. Increíble para mi, pero cierto.
Y así nació Coordenadas Remotas, mi proyecto personal, mi futuro laboral, mi objetivo vital.